Las principales fuentes de financiación de que disponen las empresas son fundamentalmente tres:

  • El préstamo, concedido por las entidades de crédito
  • La ampliación de capital
  • La emisión de deuda

Esta última opción es la que engloba a los “productos de renta fija”. Reconocen una deuda para la entidad que los emite. En general, los productos de renta fija suelen tener un plazo determinado y una rentabilidad conocida de antemano o derivada de una fórmula, pero nunca negativa. Es decir, si se mantiene hasta vencimiento es muy probable recuperar al menos, el 100% del capital invertido.

Un aspecto muy importante a tener en cuenta, es que el inversor en renta fija es acreedor de la sociedad emisora, mientras que el accionista es propietario de una parte del capital, por lo que en caso de liquidación de la sociedad, el acreedor tiene prioridad frente a los accionistas.

Los intereses de la renta fija pueden estar fijados de forma exacta desde el momento de la emisión hasta su vencimiento (amortización) o estar referenciados a algún indicador: el Euribor, un índice bursátil o la evolución de una acción o cesta de acciones.

EJEMPLO

  • Obligación a cinco años al 3,25% anual, pagadero trimestralmente.
  • Obligación a cinco años al Euribor + 50 puntos (Euribor + 0,50%) anual, pagadero semestralmente.

En el primer caso, sabemos desde el principio los cupones a percibir y por lo tanto conocemos la rentabilidad de la inversión. En cambio en el segundo caso, la rentabilidad estará ligada a la evolución del Euribor y, por lo tanto, no podemos conocer con antelación el importe de los cupones.

Los intereses que perciben los inversores en renta fija constituyen lo que se denomina “cupón”. A su vez este cupón pude ser implícito, cuando se obtiene por diferencia entre el valor de compra y el valor final de amortización, o explícito, lo que supone el pago periódico del mismo (anual, semestral, trimestral…).